preñada y viciosa


Se arrodillaron a la altura de mi cabeza y pusieron sus largas y gruesas pollas en mi cara. Querían que las chupara. Les juro que para tomar una tuve que usar las dos manos. Las dos eran tremendas. No dejaban de correrme mano.
Abrí la boca al máximo y solo me entró la cabeza. Cada una de éstas vergas eran tres veces más grande que la de mi marido. ¡Les juro que no miento! Los negros estaban re'calientes.
Mi chocho estaba re'contra mojado. Mi temperatura llegaba a mil.

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