noche de intercambio

Aquello era demasiado. Estaba deseando que la llegada del orgasmo se pospusiese al máximo, pero me di cuenta de que tenía la batalla perdida: la llegada del placer era inminente, y yo no podía dejar de chupar ni de tocarme. Por si eso fuera poco, La polla de Julio empezó a contraerse, anunciando la inminente corrida, y en un instante lo que parecían ríos de leche inundaron mi boca. Me la tragué con voracidad, sin dejar ni una gota, y en ese instante me sobrevino un orgasmo tan intenso que creí que iba a desmayarme.

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