EN EL COCHE CON MI MARIDO Y SU AMIGO

Mientras "M" y yo nos besábamos, ahora mucho más cálidamente, y nuestro amigo me acariciaba las tetas, mi marido apartó mi tanguita y frotó mi coñito, introduciendo de cuando en cuando un dedo en mi excitadísimo sexo.
Después de un rato de tan maravillosas sensaciones, mi marido me preguntó si me atrevía y si me gustaría mamarle la polla a nuestro amigo. ¡Qué tontería…! Habiendo llegado hasta el punto en que nos encontrábamos, yo me encontraba tan excitada que, casi cualquier cosa que me pidieran, sería capaz de hacer. En ese momento necesitaba sexo, gozar y disfrutar.
Por lo que subimos el respaldo del asiento. Yo me pasé a la parte trasera con "M". Mi marido me hizo colocarme a gatas. Dejó la puerta abierta y él se quedó de pie, fuera del coche. Durante unos segundos no hizo nada. Yo desabroché los pantalones a "M" y saqué su polla. Por un instante fue como si el tiempo se detuviese. Contemplé su polla a pocos centímetros de mi cara. Completamente erecta. Grande. Gordísima. Sentí un morbo aún mayor. Era la polla más grande que había visto en mi vida. Era como esas de las pelis xxx. Claro que yo tampoco había visto muchas. Era la segunda que tenía el placer de ver y tocar.
Al fin reaccioné. Comencé a lamerla lentamente. La fui mamando con la conciencia de que aquello era un regalo del cielo. Era la segunda polla que tenía en mis manos, en mi boca. Y tal vez fuera la primera y la última vez que tendría la oportunidad de disfrutar de otra polla. Por lo que intenté disfrutarla al máximo.
Mientras comenzaba a escuchar los jadeos de nuestro amigo, con su capullo dentro de mi boca, lamiendo su puntita, sentí a mi marido acariciándome el culo, apartando mi tanga y su polla penetrándome.
Al principio me la metió hasta el fondo, toda entera. Sin moverse. Pero al poco, mi marido comenzó a embestirme alocadamente. Sin duda estaba tan excitado como yo. Su locura me contagió. Y lo que hasta ese momento estaba siendo una lenta y diestra mamada se convirtió en una mamada llena de lujuria y desesperación.
En pocos minutos, o tal vez incluso menos, sentí llenarse mi boca con el viscoso y peculiar sabor del semen de "M". Pero no pude sacarla de mi boca por las embestidas de mi marido. Quien no tardó en llenar mi otro agujero con su semen. Después de ellos acabar, mi marido hizo que nos sentásemos los tres en la parte trasera del coche. Yo entre los dos hombres. Me hizo pasar una pierna por encima de cada uno de ellos. Y mientras me iba besando alternativamente con cada uno de los dos, ellos me seguían acariciando las tetas y masturbando. Incluso llegué en varias ocasiones a tener una mano de cada uno en mi coñito.
Una vez acabado todo, y con "M" ya en su hotel. Camino de nuestra casa, comentando la jugada, volvimos a sentirnos tan cargados de excitación que fuimos jugando y metiéndonos mano todo el camino. Por supuesto que al llegar a casa volvimos a tener sexo. Sexo cargado de morbo. Sexo casi salvaje.
En definitiva, una noche loca, inolvidable. Si bien, al día siguiente, yo no podía dejar de sentir un pequeño remordimiento. Era como si hubiera hecho algo malo. Algo en contra de mis convicciones morales. Pero pasados los días, ese remordimiento se tornó en morbillo. Actualmente sé que lo que sucedió aquella noche, seguramente no se repetirá más en mi vida, pero que lo disfruté a tope. Estoy segura que fue la noche más excitante de toda mi vida…

Comentarios